domingo, 13 de febrero de 2011

Ben B., marzo-junio del 2010


Originalmente escrito en inglés el 27 de julio del 2010. Traducción voluntaria por Joelle Bouchard, profesora de español en Houston, Texas, USA.

Buscando una oportunidad voluntaria en Buenos Aires, puse en Google “volunteer Buenos Aires,” y una de las primeras cosas que encontré fue el blog del Centro Conviven. Nunca antes había enseñado a niños, pero me pareció bonito intentar hacer algo nuevo y desarollar mi español. Me comuniqué por correo electrónico con Tez, la Coordinadora Voluntaria, y trés semanas después pasé mi primer día en Conviven.

A mí me tocó dar dos clases, una de nivel intermedio de seis alumnos de diez años de edad, y otra clase de adolescentes y adultos (había una sola clase de alumnos de esa edad y su estructura era distinta porque fue consecuencia de un programa de tutoriales particulares para que realizaran sus tareas). Nos daban cada semana un tema didáctico con ideas de lo que se podría incluir en cada tema. Por ejemplo, el tema de una de las semanas fue “profesiones.” Algunas de las palabras sugeridas para enseñar incluyeron “pintor,” “doctor,” y “bombero” y una de las actividades sugeridas fue la construcción de carteles que representaran lo que quieren ser los niños cuando crezcan. Encima de eso, podíamos diseñar nuestras clases y planificar a nuestro gusto.

Esta libertad fue emocionante y también algo estresante. Experimenté por un mes con varios metodos de enseñar antes de encontrar algo que funcionara. Otro desafio al principio para mi fue mantener el orden en la sala de clase. Los niños eran muy tiernos, y se portaban bien, pero como todos los niños de diez años de edad, solían preferir hablar y jugar entre ellos en vez de escuchar a su maestro. Al principio intentaba ganarme la confianza de ellos por estar tranquilo, simpático, y diplomático (que era difícil dado a mi fluidez limitada de español). No funcionaba. Con la ayuda de Bella, una maestra y líder preparada en Conviven, al final y al cabo me di cuenta de que era importante cumplir con una estructura en la clase y ser estricto, incluso con las cosas pequeñas. Se mejoró bastante el ambiente del salón de clase, y se notaba que los alumnos disfrutaban más su tiempo en la clase.

Al final de mi estancia de trés meses estuve bien contento por haber tenido la oportunidad de trabajar en Conviven. Era reconfortante ver a los niños entrar con entusiasmo y con prisa al salón de clase y emocionarse al hacer hojas de ejercicios de vocabulario. Yo también me emocionaba tanto como ellos al llegar al salón de clase. El viaje diario de una hora para llegar al trabajo fue de vez en cuando cansador, pero cada hora que pasé enseñando a los niños me llenó de alegría. Aunque los niños no daban muestras obvias de la pobreza, sabía yo que se enfrentaban con retos significativos fuera del Centro Conviven, y me dio mucho gusto proveer una influencia positiva, aunque pequeña, en sus vidas.

Un desarollo sorprendente de mi tiempo en el Centro Conviven es que supe que me gustaba enseñar a los niños y que he empezado a considerar cambiar de carrera para incluir eso. Después de haber salido del Centro Conviven, creo totalmente en su misión, la del Centro, y la del programa de inglés después del día escolar en particular. Le animo plenamente a cualquier persona a intentarlo.

-Ben B., Seattle, USA

Olivia R, la villa verdadera, junio del 2010


Originalmente escrito en inglés el 15 de julio del 2010. Traducción voluntaria por Joelle Bouchard, profesora de español en Houston, Texas, USA.

Es difícil saber que a los niños que enseñaba vienen de algunos de los barrios más pobres del mundo, lejos de la vista de los visitantes y de la mayoría de la gente que vive al norte de la Avenida Rivadavia. Como alumna estadounidense estudiando en Buenos Aires, no tenía la menor idea a cerca de las injusticias sociales y la pobreza antes de venir a la Argentina. Nuestros programas no nos informan; nos dan hospedaje en los barrios ricos y lugares en las universidades en el norte de la ciudad, lejos de la cruel realidad de la vida diaria de muchas personas. La mayoría de los visitantes, es más la mayoría de los porteños, nunca saben nada a cerca de ese lado de la vida en Buenos Aires. El muro alrededor de la Ciudad Oculta es más que una barrera física; separa a la gente en el interior como si fuera un “Otro” indeseable. Cuando le dije a mi familia anfitriona que iba a trabajar como voluntaria cerca de la villa 15, estuvieron horrorizados, convencidos que alguien iba a robarme, probablemente violarme, y que categóricamente me iban a contagiar los negros con piojos y enfermedades. Esta actitud clasista y elitista me horrorizó. ¿Como puede ser que gente supuestamente culta y “liberal” habría construido estas barreras de discriminación y prejuicio y miedo? ¿Y como se puede vivir en tanta ilusión? ¿Y con más importancia, porque no estaban haciendo nada para aliviar el sufrimiento, o exigiendo los derechos humanos básicos para los que no tienen voz? A la misma vez, pensé en lo que iba a encontrar, y como podría hacer un cambio. ¿Quién fui yo para venir a la Argentina y pensar que sabía mejor, que yo era libre de los mismos prejuicios y miedos? Pensé que sabía como era, y que no estaba tan protegida. Había visto fotos y había investigado lo del barrio. También pasaba los miercoles y jueves enseñando a algunas cuadras del barrio, pero nada me hubiera preparado para en realidad estar dentro de las villas, una experiencia que casi me destrozó. Para ser completamente honesta, también me dió miedo.

A pesar de todo lo que sabía yo, ese día, una sensación de pánico me abrumó como un golpe fuerte en la panza cuando me di cuenta de que había perdido la parada de autobus y de que estaba pasando por las villas: en un lado de la calle los monolitos grises sin alma del núcleo de la residencia transitoria Eva Peron, y en el otro los montones conocidos de materiales baratos que formaron una villa miseria sin fin. Casi llorando, no tuve otra opción menos bajarme y regresar en otro autobus. Aterrorizada, crucé la calle, caminé unas cuadras, y intenté no llamar la atención. Y después esperé. Mirando la apariencia fea de los edificios, las calles sucias, y los perros callejeros, creció el miedo al ver más la pobreza y aparente miseria humana. Me subí al siguiente autobus que llegó, pensando que esto fue mi escape hasta darme cuenta de que el autobus estaba yendo en la dirección equivocada, más por dentro de las villas. Ya tarde para la clase, le hablé a Carmen en el Centro para explicarle que andaba perdida y asustada para bajarme del autobus. Le pedí disculpas por no llegar a tiempo. Me dijo que estuvo bien pero que los niños me estaban esperando. Me puse a llorar.

Después de colgar, todos en mi alrededor se pusieron a preguntarme a dónde quería irme, me dieron palmaditas en la espalda, y me dijeron una y otra vez “tranquila.” Al regresar, el chofer paró en una esquina y señaló hacia Eva Perón. No tuve otra opción. Me bajé y miré la villa miseria. Y depués me puse a correr lejos de ese lugar, y lejos de la realidad – ese monstruo feo de la pobreza y todas las cosas que pensaba que no tenía el poder de cambiar. Pasé corriendo por chozas amontonadas, hombres mirando lascivamente, tiendas sucias, niños descalzos y basura, y la entera escena miserable. Quise escaparme. Debería haber corrido diez cuadras, no lo sé, pero cuando me di cuenta de que me quedé a una cuadra del Centro, me sentí tan aliviada. Me estaba esperando Carmen allí afuera, y no pude evitar caerme en sus brazos y llorar en su hombro. Por un momento, no me dijo nada porque sabía en dónde anduve y de lo que había visto. Los niños me estaban esperando adentro, haciendo su tarea juntos pero con caras ansiosas. Cuando entré en el Centro, se pusieron a mi alrededor, abrazandome y besandome y gritando “¡Seño! ¿Te perdiste? ¡Sos loca!,” y me abrazaron más y me preguntaron si ya era hora de té.

También sabían de lo que había visto y de que me dio miedo, y que no pude caminar por esas villas miserias con la cabeza bien alta negandome del ambiente feo, sin miedo. Me dio miedo su realidad. Yo no era tan valiente como mis alumnos para caminar las mismas calles, y también sabían eso. Pero después de esa experiencia terrible, el muro invisible se cayó; entendíamos y no nos hablamos del asunto. La vida siguió y continuaba, de mi manera pequeña, intentar darles a estos niños algo mejor.

¿Estuve loca? A lo mejor que sí, para creer que podía ayudarlos, y que podrían escapar de esa miseria como yo lo había hecho. Alguien tiene que enfrentar los prejuicios y miedo e injusticias que tiene que aguantar la gente de las villas. Y a veces, la realidad te tiene que dar una cachetada para que te des cuenta que hay esperanza; que las paredes de opresión se van a caer. Tienes que creerlo, ¿o qué esperanza hay?

Nichole: Un duro despertar




Originalmente escrito en inglés el 21 de noviembre del 2009. Traducción voluntaria por Joelle Bouchard, profesora de español en Houston, Texas, USA.

Me siento muy afortunada por haber tenido la oportunidad de vivir en el extranjero en la Argentina - experimentar la cultura, hacer nuevos amigos, y explorar áreas nuevas. Pero más que nada, estoy agradecida de que cumpliera con mi meta de tomar tiempo durante mi viaje para ser voluntaria.

Recuerdo buscar organizaciones por internet que ofrecieran programas voluntarios. No me había dado cuenta cuán desafiante que podría ser encontrar oportunidades para donar su tiempo, así que llegó como un gran alivio cuando encontré Conviven, una ONG que promovía el desarrollo social y comunitario. El centro solamente se requisitaba que dedicara su tiempo a su programa de inglés que ofrece después del día escolar. Estaba ubicado en la Ciudad Oculta, conocido por la pobreza que afecta a 10,000 de sus habitantes. Al prepararme para comenzar, estaba emocionada sobre la posibilidad de aprender más acerca de esta cultura a través de la oportunidad de ayudar a niños.

Mi primer día en Conviven, estaba lista para hacerme cargo, y me sentí que podría manejar cualquier cosa. Pero estaba en un duro despertar. A mi me tocó una clase de trece niños entre las edades de cinco a ocho años. Mi responsabilidad era enseñarles palabras y conceptos de inglés. Supe de volada de que tendría que hablar en español para que aprendieran. Batallaba con mi español muy olvidado, y a veces los alumnos eran mis maestros. Gestos de la mano y la actuación de los temas eran algo rutinario; su curriculum era mi responsabilidad y intentaba ser creativa e ingeniosa. Muchos alumnos eran entusiastas para aprender, mientras otros eran tímidos e indiferentes. Durante el transcurso de mi enseñanza en Conviven, estaba asombrada a las relaciones distintas que construía con los alumnos y voluntarios. Los alumnos se pusieron dedicados y receptivos a mi estilo de enseñar. Estaba agradecida por cada alumno que llegara al salón de clase después de haber pasado su día entero en la escuela.

Me di cuenta de que fueron los triunfos pequeños que hicieron la diferencia. Muchos alumnos no iban a superar el idioma de inglés durante mi estancia, pero su dedicación a trabajar sin cesar me hace creer que dominarán el idioma en el futuro, y me recordó que con empeño y dedicación, se puede lograr cualquier meta.

domingo, 6 de febrero de 2011

Serge: mis primeros días como voluntario en Conviven


Originalmente escrito en inglés el 21 de noviembre del 2009. Traducción voluntaria por Joelle Bouchard, profesora de español en Houston, TX, USA.

¡Se siente fantástico aca! Hoy tuve mi primera junta con la organización ONG Conviven, con quien estaré trabajando y causó buena impresión. Es un centro modesto, con pocos recursos, ubicado en las afueras de Buenos Aires. Demoro una hora en autobus para llegar y no es una de las mejores zonas (Al final y al cabo demoré más tiempo porque hubo una demostración sindical – literalmente miles de manifestantes en procesión ascendiendo la Avenida 9 de julio, la carretera principal de la ciudad).

Los niños en Conviven realmente se benefician del buen trabajo que hace la organización. Los niños entre 6 y 12 años de edad se benefician de las clases de inglés, y también de talleres de arte y teatro, entre otras cosas. Todos vienen de familias desfavorecidas, y el sistema educativo gubernamental no les sirve bien. Las clases se desbordan a veces con 40 alumnos y, a menudo, los maestros no están preparados. Esos niños pueden participar de una manera voluntaria y gratuita en las clases y actividades de la organización que, claro, tiene la intención de darles a ellos unas destrezas útiles y prácticas, pero en gran parte también librarlos de la calle y darles la oportunidad de conocer a modelos positivos a imitar, de los que reciben mucha más atención que en sus escuelas públicas.

A la organización Conviven siempre le faltan materiales básicos como libros, artículos de papelería, etc. Pero las personas que trabajan alla están llenas de corazón y son individuos positivos y maravillosos. Los voluntarios son internacionales y la mayoría son alumnos jovenes que son voluntarios durante un año libre o en combinación con su educación, o que simplemente lo hacen mientras que también trabajan. Pero también hay gente que ha venido para la razón de hacer algo bueno y hacer una diferencia pequeña pero preciosa en una comunidad en la que sus jovenes necesitan, desesperadamente, ese tipo de influencia positiva. Mañana estaré apoyando a otro voluntario con dar una clase que se está poniendo muy popular con los alumnos.

Aunque hoy fue mi primer día en Conviven, esta noche, después de trabajar, salí con algunas colegas para asistir a un evento organizado por otras organizaciónes ONG con el propósito de que se unan organizaciónes voluntarias (las que sean activas en Argentina, pero también en otras naciones sudaméricanas). Todos los voluntarios actuales y los posibles también eran invitados. El propósito del evento fue para que las organizaciónes ONG se conozcan y que los voluntarios posibles conozcan a las organizaciónes y que sepan de sus opciones. Te puedo decir que había una vibra positiva en ese salón. Nunca había visto algo semejante y fue vigorizante. Hasta dos voluntarios reclutamos, un maestro y otro para poner en orden la biblioteca y mejorar el sitio de web: http://www.conviven.org.ar/.

El viernes, ayudaré a una organización ONG, Fundación Huésped, que lucha contra el SIDA, grabar una pelicula que hacen una vez al año, y que saldrá en la televisión argentina el día internacional del SIDA, el primero de diciembre. Según parece les falta gente adicional para hacer el papel de estudiantes. Este es su sitio de web: http//www.huesped.org.ar/. Conocí a muchas personas interesantes y positivas en esa conferencia de organizaciónes ONG y fue una velada provechosa. Se siente que hay tantas cosas sucediendo y que hay muchas opciones. Es muy emocionante y lo espero con esperanza y optimismo.

Enseñando inglés, Adrianna G, 2009


Originalmente escrito en inglés el 8 de noviembre del 2008. Traducción voluntaria por Joelle Bouchard, profesora de español en Houston, TX, USA.

Después de llegar en Buenos Aires, con solamente algunos amigos y un contrato de trés meses, empecé a buscar un lugar en el que podría ser voluntaria y encontré Conviven. Aunque el viaje de una hora en el bus puede ser algo cansador, el largo paseo está concedido con un centro animado, lleno de corazón y energía.

Empecé mi experiencia voluntaria por acompañar al centro en sus viajes del verano a las albercas y los parques. Conocí a otros voluntarios de numerosos otros países, también conocí a niños entre 4 y 15 años de edad. Su interes en mis experiencias despertó conversaciones sobre la música, y lecciones espontáneas de inglés, y también mi dio a mi la oportunidad de conocerlos. Me acuerdo con cariño a una jovencita de Perú que también se había mudado recientemente a Buenos Aires. Compartimos nuestros cuentos y sentimientos de mudarse a una ciudad distinta.

Con el comienzo del año escolar, he estado eneñando clases de inglés por los últimos meses, a los alumnos más jovenes, a los que tienen entre 5 y 11 años de edad. Con la ayuda de los otros voluntarios en el salón de clase, hemos empezado a enseñarles a estas mentes jovenes y absorbentes a cerca de las frutas, los animales, los pasatiempos, transportación, y el arte. Con muy poca experiencia de enseñar, he ayudado a estimular su interes en aprender el inglés, ¡y he presenciado sus mentes en alza!